José Guadalupe Bermúdez Olivares
La mayoría de la población es consumidora de información. Un consumidor demanda un servicio o se deja llevar por los planes de otros para que consuma lo que ha sido producido para llegar a su mente y provocarle ciertas necesidades y enseguida el productor obtenga sus utilidades. Desde la economía se puede explicar fácilmente esta relación del productor y el consumidor. Los escenarios, los objetos, los rituales del consumo, la definición y promoción de los objetos debería de ser parte de la sustentación de cómo se construye esta relación.
Facebook tiene casi 3 mil millones de usuarios, le sigue YouTube y WhatsApp, son redes sociales que siguen creciendo, a partir de que crece mensualmente el número de demandantes, es decir de nuevos usuarios que consumirán información en una red llamada social, pero que tiene su mayor fundamento en lo económico y cultural. Vale detenerse a reflexionar sobre lo que se muestra en la red, para preguntarnos lo que provoca la desnudez de millones que se expresan, se desnudan ante los demás, al mostrar gustos, preferencias y diversas expresiones que los Big Data, quienes trabajan la inteligencia profunda, puedan determinar lo que debe de crearse para venderse, o de prevenir acciones políticas y sociales.
A menudo encontramos análisis futuristas, “de lo que viene”, de acuerdo a las tendencias basadas en lo que sucede en las redes sociales, pero también de lo que provoca cada innovación de la tecnología en la vida cotidiana, la inteligencia artificial que combina los algoritmos para crear maquinas y sistemas de información de medición de tus gustos y hasta de tu pensamiento, que crece día a día. Lo que antes era ciencia ficción es ahora una realidad, se ha colado en nuestras vidas y, aunque todavía en una fase muy inicial, está llamada a protagonizar una revolución equiparable a la que generó Internet. Sus aplicaciones en múltiples sectores —como salud, finanzas, transporte o educación, entre otros— han provocado cambios en cada acción de nuestra vida.
Hace años dedicamos muchas horas a reflexionar sobre el uso de las tecnologías, en particular en la educación, sus usos, riesgos y beneficios, concluimos en que difícilmente nos escaparíamos a la llegada masiva de las innovaciones de tecnología en educación, procedimos a acercarnos el pizarrón electrónico que venía de Inglaterra, aprender su uso para pensar en los beneficios; algunos colegas estaban inmersos en un programa que fue parteaguas en el país, Enciclomedia, con lo que pretendía ampliar el conocimiento y utilizar muchas herramientas existentes, incluso en la escuela más alejada que contara con energía eléctrica. Sin tocar el lado económico y el endeudamiento del país para contar con miles de equipos, este programa se quedó por la falta de capacitación a los docentes, pero nos permitió ver cómo los miedos se hacían notar, no solo al no saber su uso, sino el miedo a que los docentes fueran sustituidos por máquinas.
En muchas escuelas se aprovechó enciclomedia para conocer otros lugares sin estar en ellos a partir de las visitas guiadas, ver el comportamiento de especies a partir del video, llegar a recursos con el hipertexto, realizar ejercicios en aplicaciones que antes eran novedad y que ahora son uso constante, pero antes era la sorpresa que atrapaba a quienes tenían acceso. Se volvió a consumir solamente, porque al fallar la capacitación no se cumplió el plan de diseño curricular que podía trabajar cada docente para tener los recursos a la medida de las necesidades de su grupo de alumnos. Y siguieron los planes sexenales de uso de tecnologías en educación, llegaron después los ODAS (Objetos de Aprendizaje) pero no se pudo elaborar esos recursos desde las escuelas con la capacitación, porque simplemente no existía o era tan débil que se perdía.
Con las tecnologías aplicadas a la educación se vio necesario segmentarlas, en tecnologías para el proceso administrativo y Tecnologías para el Aprendizaje y el Conocimiento (TAC) que ahora se conocen mejor en esta separación. Con las TAC se pudo realizar programas personalizados para que en un aula cada quien tenga un programa específico según sus necesidades y avance programático oficial, así hemos conocido Khan Academy, por citar un ejemplo, se trata de apropiarnos de las TAC para facilitar el aprendizaje, para eliminar las barreras del aula y aprender con método en todo espacio, incluso en las redes sociales. El reto es personalizar el proceso de aprendizaje de cada estudiante, ser capaces de reconocer a cada alumno y alumna como persona única e irrepetible y ayudarle a buscar, identificar y desarrollar su propio talento.
La innovación de tecnología en educación nos debe de ayudar a resolver problemas, pero también a crear ese futuro deseable, de utilizar la educación para cambiar al mundo, comenzando por nosotros mismos, a no esperar nos digan “lo que viene”, sino lo que estoy haciendo para generar cambios, imagina un salón de clases cuyo enfoque educativo no sea “el mismo para todos”. El maestro no imparte las mismas lecciones a todos los estudiantes, sino que guía a cada uno en su propio proceso de aprendizaje y todo ello aprovechando lo que ya está en nuestras vidas, como las redes sociales que son tan malignas si solo consumimos sin ética y sin valores. Hay que romper con la didáctica tradicional y con la estandarización. La mejor manera de predecir el futuro es inventándolo, por eso hay que actuar ya, hacer equipo con buenos docentes que se empeñan en lo mismo. ¿Te animas?
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